LA ROSA SECA

LA ROSA SECA



Hace años, un ser de las alturas plantó una semilla, le vertió las primeras gotas de agua y, poniendo sus manos sobre sus labios, dio un beso a esa semillita ya plantada.

Pasó el tiempo y la semilla había germinado, era una pequeña planta indefensa en un gran mundo. Alrededor de ella también crecieron otras pequeñas plantas que intentaban vencer el lado fuerte de la naturaleza. Cuando caía una tormenta, o ante la sequía o en las heladas, se mantenían firmes. Algunas no lograron superar esa prueba de la vida, pero la mayoría sí. Nuestra plantita indefensa venció.

Más tiempo pasó desde aquel ser que plantó la semilla. Ahora, un hermoso rosal había crecido rodeado de otras bellezas de variedad de plantas, como bromelias, gerberas, margaritas, cayenas, tulipanes y lirios. El terreno de plántulas se había transformado en un hermoso jardín floral.

 

El rosal tenía varias hijas, muchas rosas, todas con un color pasionalmente atractivo. Había una, sin embargo, que iba perdiendo su color y vigor. La rosa se secaba. ¿Qué podría estar pasando? Era un fenómeno extraño. Todas las demás rosas eran vivas y llenas de energía, pero esta, al contrario, parecía apagarse más y más.

 

La rosa opaca continuó perdiendo su vigor. Se secaba y perdía sus pétalos. La rosa no quería estar en compañía de las demás. No se sentía unida a ellas, y esto la separó emocionalmente del rosal y de sus hermanas. Fue conocida por sus hermanas como la rosa seca.

 

La rosa seca ya estaba casi muerta, tan solo un pétalo permanecía en ella. Antes de que este la abandonara, el ser apareció y con una tijera cortó la rosa seca y la separó del rosal y de sus hermanas. El ser no la desechó, la plantó en otro sitio, la regó y se fue. El último pétalo entonces cayó. La rosa ya separada solo era un tallo seco y medio muerto. Su estructura parecía un funeral, y las demás habitantes del jardín la dieron por muerta.

Vino la lluvia y bañó a todas las plantas del jardín. Había fiesta, y las flores, ahora más hermosas que antes, cantaban al unísono en gratitud por el cuidado hacia ellas. Así pasaron meses y meses. Un día, algo novedoso sucedió: de la rosa que habían dado por muerta, brotó verdor, brotó vida. Era ahora una planta joven que, al igual que las demás, tendría que vencer el lado malo de la naturaleza. Y al vencer, esta ya no sería una rosa, sino portadora de más rosas como ella. El jardín ya no tendría una única planta de rosas, sino dos.

Pasó el tiempo y la planta creció, convirtiéndose en un rosal del que nacieron hijas con una particularidad: sus pétalos no eran de color pasional, sino tenían tonalidades como las del crepúsculo. Eran igual de hermosas y brillantes, pero diferentes. Las demás habitantes del jardín se maravillaron ante lo sucedido y finalmente entendieron por qué la rosa se había secado.

Llegó la lluvia y bañó a todas las plantas del jardín. Había fiesta y las flores, ahora más hermosas que antes, cantaban al unísono en gratitud por el cuidado recibido. Así pasaron meses y meses. Un día, algo novedoso sucedió: de la rosa que habían dado por muerta, brotó verdor, brotó vida. Era ahora una planta joven que, al igual que las demás, tendría que enfrentar el lado malo de la naturaleza. Y al superarlo, esta ya no sería una rosa, sino portadora de más rosas como ella. El jardín ya no tendría una única planta de rosas, sino dos.


FIN



POKOTO


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