ENTRE DOS DECISIONES
Así como cuando una novia va a la prueba de su vestido de matrimonio
para casarse con el hombre a quien no ama, así me siento yo. Mientras todos
celebran mi matrimonio y me acompañan felizmente al atelier, yo gimo de
sufrimiento en mi interior. El vestido es hermoso y muy adornado, lleno de
pureza, brillo y elegancia. Está hecho a mi medida y solo faltan unos detalles
para que sea perfecto. Sin embargo, soy un cadáver en esta celebración y será
un cadáver quien use este precioso vestido, ya que estoy muerta para este
matrimonio.
La fecha se acerca y el novio está feliz. Él es un caballero de tierras
sureñas y no veo nada malo en él, excepto que no lo amo. No sé por qué no puedo
liberarme de esto que reconozco. Lo acepté para dejar a quien realmente amo.
Sin embargo, para no lastimarlo, lo dejé, aunque también estoy segura de que no
me ama como yo a él.
Quedan siete días para ser entregada al matadero y morir desangrada
sentimentalmente. Aunque el camino que se me presenta parece un lugar seguro,
deseo al otro al que dejé ir. Ayer lo vi, a mi amado, y conversé con él. Quise
abrirle mi corazón, pero no pude hacerlo abiertamente porque soy vulnerable y
él no logra convencerme por completo. No sé qué soy para él, dónde me ubico en
su vida y hasta qué punto él quisiera llegar junto a mí.
Si él lograra responder a esas preguntas, lo dejaría todo por ir con él.
Me aferraría a él durante el tiempo que el supremo autor decidiera mantenernos
juntos, ser la pieza faltante en su rompecabezas y que él también fuera la
pieza faltante en el mío, algo que nunca obtendré con el caballero del sur.
Todo está preparado para la boda. Como dije, solo faltan algunos
detalles en el vestido. Los invitados ya han sido avistados con anticipación,
el banquete está preparado y la música nupcial ha sido ensayada por la banda.
Los anillos están hechos y el santuario ha sido preparado para una noche
miserablemente espléndida. Ese día, por decisión y no por amor, elegí ser del
caballero del sur y él mi doncella del norte.
Sé que puedo huir, pero ¿a dónde iría? Quiero a mi amado y eso no
volverá. Entonces, ¿qué haré? ¿Vivir en mi miseria en un aislamiento que podría
ser eterno o seguir adelante con la esperada boda e intentar que la costumbre
oculte lo que no es amor?
Solo quedan unos días y aquí estoy escribiendo estas memorias para
desahogar mi ser y desatar el nudo en mi garganta. Espero el transcurso de los
días para recibir una respuesta a mi crisis. En este momento, mientras plasmo
estas palabras, mi decisión es incierta. ¿Volver al pasado con mi amado que no
me ama, entregarme a la soledad, pensar en volver a sentir las llamas del amor años
después o seguir adelante con la consumación de la boda?
Han pasado cinco días desde aquella reveladora historia y hoy puedo
contar lo que esta mujer decidió, ya que soy testigo de todos estos
acontecimientos.
Así amaneció el segundo día de la semana, a tan solo seis días de la
celebración de la boda. Con la mente inmersa en un gran laberinto, esta dama
que se acerca a la fecha despreciada por ella intentaba cumplir con sus
actividades cotidianas. Era una artista y, por ende, su entorno era algo más flexible
que otros trabajos, pero también menos estable.
Una tarde, mientras salía para ensayar, salió de casa y se detuvo en la
parada de autobús. Mientras esperaba, volvió a reflexionar sobre su situación y
se planteó las preguntas cruciales: ¿debería abandonar la boda y buscar a su
amado o seguir adelante con el plan? Durante todo el trayecto en autobús, desde
el punto de partida hasta su parada, no dejó de cuestionarse entre estas dos
opciones que ocupaban su mente.
Al bajarse del autobús, se dio cuenta de que llegaba con tiempo de
sobra, unos quince minutos antes del ensayo. Decidió dirigirse a un parque
cercano para reflexionar y tratar de encontrar la respuesta que la convenciera
por completo.
Una vez sentada, colocó sus pertenencias a un lado, observó el cielo y
luego su entorno. Respiró profundamente y, después de cerrar los ojos
brevemente, se dijo a sí misma:
—La decisión que tome, si es correcta, no me generará dudas.
Con estas palabras en mente, comenzó a declamar. Optó por lo que creía
que era más seguro: continuar con la boda y olvidar a Antonio. Sin embargo, a
pesar de haber pronunciado estas palabras, sus dudas no se disiparon. Por el
contrario, su corazón se entristeció profundamente, y decidió volver a sentarse
en otra banca, un poco más apartada de la que había ocupado inicialmente.
Un poco más optimista, porque si dudó en la primera pregunta, no dudaría
en la segunda y finalmente podría salir del laberinto en el que se encontraba.
Sin embargo, no fue así. Cuando decidió quedarse con su amado, Antonio, su
corazón se alegró, pero al saber que no era correspondido, bajó la mirada y
comprendió en ese momento que la respuesta a su laberinto se encontraba en una
tercera opción. Se levantó entonces y dijo:
"Independientemente de lo que suceda con Antonio, no amo a
Alejandro (el sureño). Por lo tanto, lo dejaré y esta boda no se llevará a
cabo". Tomando sus cosas, se marchó del lugar.
Pasaron dos días desde esa decisión cuando, en la mañana de ese mismo
día, escribió a su prometido para cancelar la boda. El motivo: no lo amaba.
Como este caballero no se encontraba en la ciudad y regresaría para la fecha de
la boda, ella le propuso una explicación en persona. Aunque él leyó el mensaje,
no emitió ninguna respuesta.
Ese día fue de gran alegría para ella. Se sentía libre de cadenas, llena
de vida. Brillaba y cantaba, demostrando su alegría interior. En ese momento,
Antonio pasaba por donde se encontraba y ella, en su momento de liberación,
comenzó a conversar con él. De su boca salió la razón de su felicidad,
hablándole con total sinceridad a su amado.
Vi cierta emoción en los ojos de aquel chico, aunque también
preocupación, lo cual era comprensible. Tal vez pensaría que la cancelación de
la boda se debía a él, y en cierta medida así era, aunque no completamente.
Ella sabía que Antonio aún tenía muchas cosas por resolver en su vida
antes de considerar volver con ella. Además, la forma en que lo había dejado
había sido cruel hacia él.
Durante la conversación, la chica pudo explicar el motivo de la
cancelación de la boda. Obviamente, no amaba al hombre con quien habría
contraído matrimonio. También dejó claro que no esperaba una respuesta de
Antonio sobre reconciliarse, sino que lo hacía por sí misma. Dejó abierta la
posibilidad de reunirse nuevamente con Antonio, pero esta vez comenzando de
manera adecuada. Si era con Antonio, sería con él, ya que aún lo amaba. De lo
contrario, tendría que pasar un tiempo sola para sanar y olvidar ese amor
intenso, ya que, si seguía amándolo a él, nunca habría otra oportunidad, ya que
viviría a la sombra de Antonio.
Casi todo lo que dijo era cierto, ya que ella sabía que Antonio podría
aceptarla de nuevo o no. Sin embargo, ella estaba inclinada hacia la primera
opción: estar con él y para él con todas sus fuerzas.
Esa noche, en un momento crucial, estaban a solas y comenzaron a abrir
sus corazones y hablar del tema, es decir, de su relación y el futuro. Me
hubiera gustado terminar la historia aquí y contar que decidieron vivir juntos
y amarse, pero no fue así.
Antonio dejó en claro que necesitaba tiempo para tomar una decisión.
Entonces, los pensamientos regresaron, pensando que el amor solo existía de un
lado y no de ambas partes. Además, Antonio se iría de viaje y estaría fuera al
menos tres meses, lo que significaba que no tendrían el contacto cercano que
mantenían. Debían averiguar si, durante ese tiempo de separación física,
podrían olvidarse o, por el contrario, mantener viva la esperanza del amor a
pesar de la distancia.
Confieso que, como amigo cercano de la chica en cuestión, sentí
frustración porque la respuesta que esperaba y la que ella esperaba era que
Antonio tomara una decisión en ese momento. Si ella pudo cambiar su destino y
escapar de una boda que la llevaría a la infelicidad, ¿por qué él tendría que
esperar tanto para pensar? ¿Realmente la amaba, o sus miedos eran más fuertes
que ese sentimiento?
Lo que era seguro es que esta era la última oportunidad para ambos. Si
la respuesta era negativa, el amor entre ellos debía terminar. Y si era
afirmativa, entonces debían comenzar a vivir como pareja.
Esta dicotomía y las decisiones opuestas llevaron a que Antonio pidiera
tiempo y prometiera dar una respuesta cuando regresara de su viaje. Además,
debían tener en cuenta que la respuesta definitiva se daría en noventa días,
pero el viaje ocurriría dentro de un mes. Entonces, ¿qué serían durante ese
tiempo hasta el día del viaje? ¿Un sí pero no? ¿O un no pero sí? La noche de
esa conversación terminó con incertidumbre, sin una conclusión clara sobre la
situación entre ellos.
Mi amiga, esa chica, se dirigió a su habitación poco convencida sobre el
futuro de su relación y se fue a dormir.
Al despertar, una canción llegó a su mente: "Amar es esperar por
quien se ama". Y con esa canción encontró la respuesta. Si realmente lo
amaba, estaría dispuesta a esperar esos meses de separación física. Y si él
también la amaba de verdad, estaría dispuesto a regresar y perseguirla,
comenzando así el camino del amor que no es fácil, pero es hermoso.
FIN
POKOTO
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