LA ROSA BLANCA
Caminando estaba yo en una linda mañana de Domingo de ramos, y a pocos
metros de mi casa te hallé, tirada y abandonada, como muchos seguramente
hicieron quise dejarte ahí en el suelo, pero al volverte a ver sentí que
abandonada no eras, sino que esperabas por mí.
Mientras tomaba mi decisión en si tomarte o si seguir mi camino y
olvidar a los minutos tu recuerdo tuve una especie de encuentro contigo y te
tomé, te vi entonces más de cerca y noté tu blanca belleza y a pesar de estar
golpeada no dejabas de radiar hermosura.
Sin espinas estabas, solo tu belleza blanca, tu delicada piel y pocos
rastros de esa áspera parte que de ti alguna vez tenía.
Me pregunté por qué quise tomarte y el por qué sentía que estabas
esperando por mí, quise buscar en el interior de mi conciencia alguna respuesta
y no la hallaba, pero sí la sentía, y la sentía parte de mí.
Por algunas ocupaciones del día te guardé y dejé de verte y preocuparme
por el hallazgo, pero no mucho tiempo después volví a buscarte y tomarte, esta
vez tu blanca hermosura se había oscurecido y aunque aún seguías siendo bella
ya no eras blanca.
Fue así como asumí el conservarte mientras existieras y aún marchita
permanecerías bajo mi cuidado.
Los días pasarían y tus pétalos poco a poco perderías hasta llegar a ser
un cúmulo de pétalos esparcidos con un pedúnculo igual pardeado y marchito, sin
embargo, aunque arrugada fueses y tu belleza se esfumara seguirías siendo la
misma rosa blanca.
Eso mismo, seguiría siendo la rosa blanca, y fue así que entendí. Mi
vida es ella, la rosa blanca, en un tiempo nacida de un rosal conviviendo con
otras hermosas rosas de su misma especie, pero tiempo después cortada por la
vida misma para comenzar su propio camino, camino de independencia, camino de
vida y a la vez el camino hacia la muerte.
No solo cortada fue del rosal, sino mutilada y aquel tallo que alguna
vez tuvo dejó de ser parte de ella, pero también espinas de su vida dejaron de
formar parte de la hermosa rosa blanca.
Ahora, una rosa sin tallo, bella, blanca, delicada, y suave, pero dejada
al abandono hasta que alguien tomó de ella, y decidió cuidarla por el tiempo
que existiera bella, e incluso, por el tiempo de marchitez.
Mi vida como la rosa blanca, ahora es joven, ahora es delicada, también
marcada, también pisada y abandonada, pero al mismo tiempo recogida y cuidada,
mi vida, como la rosa blanca, sin mancha estuvo por un tiempo, pero la vida
misma se encargó de teñir pétalos, el tiempo también y así como esta rosa
blanca bella y joven, se marchitará así mi vida, sin embargo, será la misma
rosa, será mi misma vida, cambiada, aprendida, y un poco más sabia.
Hasta que el grano de tiempo permita, la rosa vivirá, y se transformará
por fuera pero su esencia permanecerá, y algún día la misma vida que permitió
su existir, permitirá su salida de este plano, y solo su esencia permanecerá en
aquellos que fueron parte de su transitar.
La rosa soy yo, la rosa también eres tú, y esta vida sea en juventud o
en marchitez transitaré hasta dejar la suficiente huella, olor, y esencia que
mi ser logre hacer.
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