EL RIACHUELO DE LAS AMARGURAS

EL RIACHUELO DE LAS AMARGURAS


Herida y atormentada, Lucía caminaba por las orillas del riachuelo de las amarguras. Pensaba en lo dura que era la vida y en lo cruel que estaba siendo con ella. Sus pasos eran como el arrastre de los ovillos, su rostro estaba endurecido y su corazón partido en pedazos, de los cuales casi todos estaban agujereados. Esta alma casi en pena deambulaba en ese riachuelo que mataba los árboles a su alrededor y que las flores casi desenraizaban sus raíces para huir de las venenosas aguas de este.

 

La tarde caía y Lucía, en su paso fúnebre, recordó el pasado que la atormentaba. Cayó de rodillas al suelo, lloró, gimió y clamó al cielo que su vida fuera quitada. Pero no hubo respuesta alguna, Lucía estaba sola. Nadie vendría a su rescate o, mejor dicho, nadie vendría a quitarle la vida y pacificar su espíritu.

 

Se acercó más al riachuelo y sintió odio, resentimiento y rencor contra muchos, aquellos que contribuyeron a destruir parte del cuadro creado por ella. Por momentos se alegró de haber abandonado a aquellos a quienes odió, sin que ellos supieran por qué, ya que no sería hipócrita. Pero era una felicidad efímera. Aunque se había alejado de todo su pasado trágico, ese mismo la seguía y la atormentaba. Lucía había abandonado esas bancas, había esquilado su lana, había dejado físicamente un ambiente sombrío, pero cuyas sombras, cual grilletes, tomaron sus piernas y se aferraron a ella hacia el riachuelo.


Entonces, el riachuelo, con su voz de cristalina agua, azuzaba a Lucía a entrar en él y beber de sus aguas, cosa que la pobre Lucía acató. La chica descendió más y llegó a las aguas del riachuelo. Allí sintió desprecio por la vida y le quitó valor a la misma. El riachuelo le ofreció quitar el aliento de vida que aún emanaba de ella para liberarla del tormento. Lucía aceptó beber de sus aguas, juntó sus manos y cogió del agua del mismo. Bebió y sus ojos se cerraron. Un dolor intenso corrió por todo su cuerpo. Sintió como su vida se desgarraba y como ese tormento en vez de irse se apoderaba de ella y le descuartizaba sus espacios. Ya era tarde para ella, sus tormentos se harían uno en ella.

 

Todo estaba escrito, pero no, Lucía fue rescatada de aquellas aguas, y al abrir los ojos notó que había salido del río y que se encontraba en las orillas de él, llorando entonces supo que esa no era la salida y pidió perdón, se levantó y comenzó a andar en la dirección de la luz, con más cargas que las que tuvo al comenzar esta historia producto de aquel episodio en el riachuelo de las amarguras, sin embargo ella estaba decidida a ser un sacrificio vivo, y por eso recobró el valor de la vida y juró luchar por eso, enmendar esas heridas no sería fácil, romper los grilletes tampoco, y alejar a las sombras menos, pero convencida de que ese proceso de vida sería necesario, tomó el camino y empezó a andar en él.

FIN
POKOTO





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