EN MI CAJA DE CRISTAL
Entraste
con una dama a mi caja de cristal. Eras su acompañante y ella la posible
protagonista de esta historia. Rápidamente noté tu belleza, pero mi deber me
obligó a ignorarte y enfocarme en tu compañía: la dama. Ella venía en busca de
ojos y yo me disponía a ofrecerle la gama que estaba en mi inventario. Escogí
varios posibles candidatos para la señora, ella se los probaba mientras
intentaba volver a ver tus altivos ojos miel. Mi deber seguía en la dama, quien
resultaba ser tu madre. Al fin, ella escogió unos ojos y le di el precio a
pagar. Tú, en cambio, también te interesaste en mis productos y, al igual que
tu madre, me pediste información. Presurosamente comencé a centrarme en ti.
Aproveché disimuladamente para tocar los dedos de tu mano, lo que provocó una
especie de corriente eléctrica y estimuló el centro de mis pensamientos.
Sentí
que tu madre notó mi particular interés en ti, así que pensé que mi deleite era
notorio. Por eso, traté de ser imparcial y sobrio contigo, pero creo que
fracasé. Tus ojos me embriagaron, tus ojos me intimidaron. Imaginé tus labios
tocando los míos y, aún sin importar tu olor salobre, mi cuerpo, como con
voluntad propia, se impulsaba hacia ti, mi noble del castillo, mi emir, mi
altivo de ojos miel.
Quizás
para ti, un comerciante de ojos en una caja de cristal sea solo eso, pero noté
algo de interés en ti, aunque disipado por tu creencia de ser alguien superior
por el hecho de venir de un alma máter. Te confieso que también vengo de una y
que, aparte, camino las tierras emocionales del arte. Por eso, te describo como
mi castillo alzahir.
Tu
visita fue corta, ya que conseguiste el objeto que buscabas en mi inventario.
Yo, por mi parte, quedé acá, en mi caja de cristal, conformándome con un
apretón final de manos y con pronunciar tu nombre como despedida. Con las ganas
de no desprender mi mano de la tuya, quería decirte: "Heme aquí, estoy
frente a tus puertas, dame de nuevo tu mano y permíteme entrar". No fue
así. Te fuiste y volverás a buscar tu objeto en siete días. Yo espero que mi
hechizo funcione y que tus altivos ojos vean lo que yo quiero que veas: a mí.
FIN
POKOTO
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