Las
nubes se acercan y el paisaje oscuro empieza a tornarse oscuro. La temperatura
baja, el viento arrecia y anuncia la llegada de la tormenta, pero yo sigo aquí
frente a ella dispuesto a sentirla. Desde aquí puedo ver las luces del futuro,
algo distantes pero posibles de alcanzar. Sin sentido, estoy aquí arriba; hace
frío y me siento desnudo. Sin embargo, espero a alguien que no me corresponde,
o al menos eso creo por ahora. Esa persona irradia una tornasolada
personalidad, discreta, sumisa y taciturna también. Pero veo en su mirada un
indicio de correspondencia, y por eso aquí espero.
Un
trueno se escucha, y el viento embravecido acelera la precipitación de las
fuentes del cielo. La lluvia helada comienza a humedecer hasta empapar lo poco
de textil que tengo puesto. Ahora me siento perdido y sin protección. Miro al
cielo oscuro y pregunto si serás mi protector. Mi cuerpo tiembla de frío, pero
aún permanezco arriba, a la espera de tu respuesta.
Me
pareció verte acercándote como la otra vez que sigilosamente subiste a
encontrarte conmigo. Ese evento, confieso, lo propicié. Te vi, te hablé, me
viste y me hablaste. Sonreíste, y yo correspondí. Poco me pareció el tiempo que
duramos los dos arriba ese día. Sin embargo, una incertidumbre se sembró en mí,
puesto que juré rechazar tu linaje, y algo sucedió ese día que quiere romper el
juramento.
La
lluvia termina su embravecido concierto, y yo, frágil, caigo al suelo. Miro mis
manos y mis brazos. Alzo la mirada y, aunque no estás aquí, logro verte subir y
dirigirte hacia mí. Tomas mi mano, me levantas y cubres mi fría piel que poco a
poco comienza a regular su temperatura gracias a tu calor. No solo eso, logro
ver que logro sentir tu respiración, logro tocar tu piel y logro escuchar tu
voz. Siento tu protección.
Mas
irreal es lo sentido puesto que no estás aquí. Y como dije al principio, no
creo ser correspondido por ti de la manera que yo quisiera sentir y vivir. Eres
una picante ilusión que puede atormentar mi existir, eres lo prohibido en mi
juramento. Además, me contaron que te vas y a donde vas, yo no quiero estar. No
puedo pensarte, no puedo soñarte, no debo martirizarme contigo.
Hoy
seco mi piel empapada, hoy las oscuras nubes soy yo, hoy la tormenta y el
viento soy yo. Tú hoy eres la mano que calma la oscura lluvia y que pacifica
las oscuras nubes. Hoy tú me conviertes en clima bueno. Dejo libre mi espíritu
y te entrego una parte de mí. Para cuando regrese la tormenta, sepas que es tu
deber calmarla y transformarla en calma. Así que escucha, hoy tú eres mi
protector.
POKOTO
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