EL VIOLINISTA

EL VIOLINISTA



Estaba de nuevo sentado en aquella banca donde tres veces por semana este personaje extranjero se sentaba para tocar su violín y deleitar a quien pasara por aquellas aceras, y además, para que dichas personas echaran sus monedas y, en el mejor de los casos, billetes al interior de su estuche que estaba abierto para que allí cayese el dinero que las personas le dejaban.

 

Esta costumbre que inició un ocho de diciembre fue continuada cuando este extranjero vio profundizada su situación de desempleo, y ante la desesperación de poder ser útil, tomó su violín y se fue a ese parque llamado "La Carolina" en la ciudad de Quito, en Ecuador.

 

El proceso no fue sencillo, fue primeramente un duro acertijo mental de aceptación de dejar a un lado cualquier signo de aristocracia y servirse a la bondad de quien quisiera al menos echarle en su estuche unos centavos.

 

Fue así como ese sábado de diciembre muy temprano salió de la casa donde se hospedaba, casa de unas amigas quienes le acogieron a su llegada a la ciudad, llevando consigo tan solo cincuenta centavos que era lo suficiente para ir en bus a aquel parque.

 

Al llegar al famoso parque, comenzó la lucha de la vergüenza y la pregunta clave: "¿En dónde tocar?", y dando vueltas por entre los senderos del lugar, el joven extranjero vio un lugar cercano a un boulevard que conecta a dos avenidas importantes de la ciudad.

 

Decidió, pues, tocar allí en un callejón cercano al boulevard, puesto que la vergüenza no le dio el suficiente valor para salir a tocar directamente en el propio boulevard, que era más transitado.

El joven extranjero dio algunas vueltas casi que sobre su mismo eje, luchando consigo mismo y tomando el valor suficiente para abrir el estuche, tomar el violín y tocar.

 

Finalmente lo logró y, con toda la pena del mundo, cogió su violín y comenzó a tocar. Recuerdo que, como era diciembre y no sabía tocar otras piezas populares, decidió utilizar el repertorio navideño que en su iglesia (cuando vivía en su país de origen) se interpretaban, entonces comenzó con un himno llamado "Tu dejaste tu trono".

Poco a poco, las personas que pasaban por ese sendero escuchaban y colocaban monedas. Pasó el tiempo y por una hora tocó en aquel lugar del parque La Carolina. Al terminar su concierto callejero, volvió su mirada al estuche y, con sorpresa y emoción, comenzó a contar el dinero.

 

Cuando finalizó el escrutinio de lo que había recolectado, notó que obtuvo el equivalente a dos días de salario y algo más en tan solo una hora de toque. La alegría en el joven extranjero desbordó el ambiente y le motivó a abandonar la vergüenza y seguir haciendo lo que para él en ese momento era ser útil.

Esta historia es tan solo un detalle de todo lo vivido por este joven desde que decidió salir de su tierra.

FIN

POKOTO




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