UN CORAZÓN NO PUEDE SER SEPARADO
Ya, al
fin culminó hoy la frase, mi primera vez sin... Hace casi un año que salí de mi
tierra para vivir en una nueva cultura y seguir construyendo mi vida, pero esta
vez lejos de los que siempre estuvieron conmigo, de los que amo por encima de
todas las cosas.
Comencé
así mi trance lluvioso un treinta de noviembre, la fecha del primer dolor de mi
corazón, fecha del cumpleaños de mi padre, queriendo estar pero sin poder
hacerlo real, desde allí puedo decir que tengo una gran experiencia en llorar.
Pasé
entonces cada cumpleaños de mis dos hermanas y sus respectivas bodas lejos de
ellas, de su momento, conformándome solo con fotos y videos de lo que pudo haber
sido una vivencia corpórea para toda mi vida, donde fuera solo alegría; sin
embargo, en la distancia esa alegría siempre vino de la mano de la tristeza,
del querer estar ahí cantando con ellas, tocando el piano en sus bodas,
besándolas y que mi alma se sintiera pequeña en mi cuerpo, del querer estar
allá pero la realidad es otra, y no estoy.
De
complacer a mis padres en sus días, en mayo el día de la madre, con mi eterna
preocupación de qué regalar y qué hacer diferente para hacerla reír, de pensar
en lo difícil que es regalar a los padres en su día, y de que si regalaba ropa,
que su talla le quedara bien, algo que casi nunca lograba acertar.
Finaliza
ahora mi ciclo de la primera vez sin... con el cumpleaños de la mujer que
permitió que naciera, mi madre, quien hoy está de cumpleaños y aunque lejos
estoy y tenga meses sin verle cara a cara, sin acariciarla, sin hablarle en
persona, sin ir a la panadería con ella a tomar buen café y sin ver todas sus
expresiones, mi amor es el mismo, incluso creo que mayor, latiendo fuerte por
todos ellos, por mi familia.
Familia
somos y el amor entre nosotros no se quiebra ni en los momentos más oscuros, y
aunque ahora nuestros cuerpos estén separados con la posibilidad de quizás
nunca verlos de nuevo, uno somos, Guédez Marín, y un corazón no puede ser
separado.
POKOTO
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