Una
historia vuelve a repetirse en mí, hace casi un año, mi amado partió de viaje
hacia su tierra natal y pasar las festividades de fin de año con sus
familiares, en ese momento, aún incipiente nuestro amor él prometió volver y
una vez estando de vuelta nuestra relación pasaría a un plano formal. El partió
entonces y pasó un mes fuera, aquí pues a mí me tocó esperarle y por muchas
pruebas personales pasé.
Yo no me consideraba alguien quien
quisiera tener a una misma persona a mi lado hasta el fin de mis días, me
consideraba como una especie de ser del aire que no podía ser amarrado a un sitio,
sino que mi esencia de libertad era el de andar por el mundo sin freno así como
el viento lo hace, y fue en ese momento, en ese plano de mi vida donde mi amor
incipiente fue probado.
Tuve la oportunidad de entregar mi
cuerpo al deseo de la pasión, a la adrenalina y en la ausencia de aquel hombre
que me había prometido volver decidí explorar con otros cuerpos. No pasó mucho
tiempo de la partida de aquel hombre cuando conocí a un chico de piel morena y
de acento del caribe, hablamos poco ya que la intención de ambos era el placer
carnal, concertamos entonces el encuentro que sería en su departamento cuando
el sol a penas se hubiere ocultado.
Al llegar el día del encuentro carnal,
preparé mi cuerpo cual diosa afrodita y preparé mi mente para recibir el elixir
de vida que tomaría de aquel hombre de piel morena. Mientras me duchaba
fantaseé un poco sobre el encuentro y como en un ajedrez planifiqué mi jugada sexual
para jamás ser olvidada por el caballero de acento caribeño.
El crepúsculo del día comenzó, era el
fin de la tarde y ya pocos rayos de luz solar permanecían en el ocaso. Salí
pues de mi casa completamente preparada para la noche lujuriosa, pero cuando
bajaba por las escaleras del edificio por primera vez en mi vida mi conciencia
juzgó mi acto, vino a mi mente el rostro de aquel hombre que me prometió
regresar y me sentí infiel, tenía vergüenza por lo que estaba determinada a
hacer y regresé a mi casa, eliminé todo contacto con el hombre con quien había
querido entregar lujuria y luego de haber eliminado tal contacto comprendí que
no era un simple enamoramiento lo que sentía por aquel que partió sino que ya
le amaba.
Por él dejé de ser viento para ser un
árbol enraizado la persona quien ahora amaba, a este hombre de aspecto vikingo,
un vikingo tropical. Así pues, cambió lo que siempre había sido, y entré en
nuevas tierras, y en este caso me había vuelto una inexperta ya que no conocía
este terreno llamado amor.
Regresó entonces aquel hombre a quien
por cariño le llamo “mi vikingo” y a su regreso experimenté lo que muchos
escritos dicen que es amar, escritos serios y no como los que aparecen en los
cuentos de hadas que serán aplicables solo a ellas porque en humanos ese
felices por siempre no existía, a menos de la manera fantástica de dichos
cuentos.
Conocí lo que es sufrir por amor, lo
que es airarme por causa del mismo amor, estos momentos desafortunados e
incomprendidos por mí hicieron que me alejara de mi vikingo, pero estando
distanciada de él más era mi sufrimiento por causa del mismo sentimiento hacia
él, conocí lo que es la reconciliación, aprendí a esperar en él, experimenté
también alegría, ternura y seguridad que en esta tierra solo vivencié con mis
padres cuando vivía bajo su seno.
Un final feliz sí creo que está sucediendo,
pero no un felices de solo sonrisas, el amor como lo estoy viviendo es un arco
iris de colores, a veces rojo pasión, otras veces azul de reflexión, en otras
gris de tristeza y otras verde esperanza, y si así es amar pues no quiero salir
de este yugo ligero, dejo mi libertad por ser ahora árbol inconmovible que se
nutre del mineral y del agua que su amado le brinda y que recíprocamente yo le
brindo fruto bueno.
Ahora, muchos meses luego de su primera
partida, mi vikingo volverá a su tierra natal, esta vez por mucho más tiempo
que en aquella ocasión. El invierno entonces llegará a mi vida mientras espero
su retorno, anhelando la llegada de la primavera sentimental donde este árbol
que ahora pierde sus hojas se prepara para perder todo su follaje y belleza por
causa del invierno, desnudando sus ramas y dejando de dar el fruto bueno que a
mi amado doy, deseando que el invierno corto sea para así reverdecer y luego ya
reverdecida mirar atrás y entrar en gozo por haber vencido la prueba que ahora
se me avecina, el esperar su retorno y vivir luego con él el resto de mis días.
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