LAS MARCAS DE EROS
Hace años hice un pacto con Eros y me ofrecí a servirle con
todo mi existir, así esta potencia se complació con mi ofrecimiento, puesto que
a sus ojos era materia candidata, ya que mi apariencia era atractiva y con ese
semblante podía servirle de la manera que a esta potencia le gustaba.
Crecí y, además de hallar gracia en mi rostro, mi cuerpo se
moldeaba como un dios sexual dispuesto a ofrecer la ofrenda que Eros pedía.
Nunca me enamoré, era algo que no podía entrar en la cabeza de un siervo de
Eros, ya que constantemente debía ofrecer la emisión de cuantos devotos
vinieran a mí, de los cuales varios caían en la ilusión de haber caído en el
amor al yacer conmigo.
Mi técnica era limpia y hacía mi ritual con gusto, pues era
lo que quería ser, un siervo de Eros. Entonces me entregaba a todos los devotos
y les hacía vivir experiencias únicas y excitantes, logrando que ambos cuerpos
se conectaran y que el ritual fuera perfecto para que la ofrenda entonces fuera
acepta y agradable. Sin embargo, al terminar el ritual, mi conexión desaparecía
y sin remordimiento me separaba de los oferentes, dejando a estos amantes en la
ilusión de haber conseguido un imposible.
Pero el tiempo pasó y lo que no me daba remordimiento
comenzó en mi cuerpo una especie de sensación de incomodidad. Sentía que dejaba
parte de mí en cada amante y que algún día llegaría mi fin al no quedar ninguna
parte en mi ser sino regada entre varios, y me preocupé. Aunque tenía esa
preocupación de que cada momento de ofrecimiento corporal significaba mi
destrucción, yo continuaba con lo que había prometido ser, un siervo de Eros.
Fue en estos tiempos cuando mi alma empezó a quebrarse. Ya no hacía los
rituales por gusto, sino por obligación. Me incomodaban los devotos y para
colmo de todas, quise hacer lo prohibido en Eros: dedicarme sólo a uno.
Fui herido por Eros debido a mi comportamiento y castigado.
De ser un fiel y apreciado servidor, ahora estaba siendo atormentado cruelmente
por la potencia. Decidí salirme de ese mundo y renuncié a mis votos, rompí mi
pacto con Eros y me fui de su presencia. Algunas heridas sanaron y otras no,
quedando entonces en mí como recordatorio de mi desobediencia.
Pasó mucho más tiempo y ahora me encuentro en una vida que
parece normal. Ya no soy aquel sirviente que ofrecía las emisiones a Eros, sino
que soy un ser común y corriente, enamorado y comprometido con alguien que
comprendió mi pasado y no le dio importancia. Ahora vivo solo para esa persona.
A veces, cuando entro en contacto con las cascadas de mi
hogar y el vapor del agua caliente inunda el lugar, se me presenta Eros queriendo
tomarme y hacerme su esclavo de nuevo, incluso intentando que yo también le
rinda culto. Me toca luchar contra eso, a veces tengo victorias y otras veces,
aunque pocas, tengo derrotas y termino ofreciendo lo que la potencia busca.
La potencia sabe que nunca más me tendrá a sus pies, que no volveré a ser su siervo, que,
aunque tengo su sello, ya no le rindo su honor y soy libre. Mi ser no será desgastado po
r causa de aquellos rituales nunca más.
FIN
POKOTO
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